La foto que les muestro es la de una "obra de arte" expuesta en el Museo de Arte Contemporáneo Reina Sofía y atribuida a un colectivo argentino que se hace llamar Mujeres Públicas. Parece ser que la obra en cuestión ha suscitado cierta polémica, bien es verdad que no mucha para lo que pudiera haber sido no hace muchos años, e, incluso, una desconocida asociación católica anda amagando con interponer una querella al director del museo si no retira la obra. Es, según dicen, el ¡Contribuya! que cierra el slogan el que ha colmado el vaso de la indignación. No es de extrañar porque en la memoria de algunos todavía se siente el olor a chamusquina de la última interpretación literal de la consigna anarquista... ya va para ochenta años.
A mi modesto juicio todo este asunto tiene bastante más enjundia de la que a primera vista pudiera parecer. Y si la polémica suscitada se orientase en la dirección adecuada incluso pudiera tener un valor pedagógico inestimable. Que no otra, en mi opinión, es la función del Arte. Porque es que, me parece, pocas veces hay en un mensaje un decalage tan acusado entre la interpretación literal y la simbólica.
Claro, éste es un problema que siempre ha tenido el anarquismo y que ha dado no pocos problemas al mundo. Unos señoritos van y llevan el lenguaje poético a sus límites sin caer en la cuenta del peligro que encierra su interpretación literal, o sea, la única que es capaz de hacer toda la chusma del mundo mundial. Entonces, cogen, agarran, van a los conventos, levantan los hábitos a las novicias y las violan para regenerar la especie, exactamente como les dijo el señorito que hiciesen. Un problema de comprensión lectora en definitiva.
Porque, vamos a ver, tomado por lado simbólico, ¿pueden ustedes imaginar un mensaje que mejor se adecue a lo que realmente necesita el mundo para aliviar muchas de sus peores enfermedades? ¿Porque qué es una iglesia? Un lugar donde se imparte doctrina, bien sure. Por ejemplo, en Argentina, la patria de la Mujeres Públicas, acaso no vienen padeciendo desde hace muchas décadas allí las terribles consecuencias de las prédicas de la Iglesia Peronista. Está claro, mientras los argentinos no quemen esa Iglesia no levantaran cabeza.
Hoy día, digamos, si bien se mira, que la más inofensiva de todas las iglesias es la representada en esa caja de cerillas. Porque es la única que va a cara descubierta. De tan usada ya es como quien oye llover. Cuatro bellas parábolas para usar a beneficio de inventario y unos exóticos rituales que estimulan la industria turística. Ahí acaba todo. Sin embargo, mucho cuidado con las camufladas. Esas sí que adoctrinan. Y lo invaden todo. Sobre todo las escuelas que es donde las personas se decantan del lado del individuo o del lado de la masa. O, si quieren, donde aprenden a pensar por si mismos o, por contra, a seguir las consignas de los sacerdotes.
En fin, ustedes mismos.
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