jueves, 31 de diciembre de 2015

Discernimiento global


El otro día leí en no recuerdo donde a un analista de la cosa económica que aseguraba que China, al ser una dictadura, tenía mucho más fácil que otros países, como Brasil por ejemplo, tomar las drásticas medidas necesarias para corregir los desajustes presupuestarios que están lastrando la economía de tantos países. Por supuesto el comentario me llamó la atención y no porque no me pareciese de lo más sensato sino por la valentía que se necesita hoy día para decir una obviedad si ésta no se ajusta a la corrección política. Por eso me fui con suma curiosidad a la sección de comentarios donde pude constatar que absolutamente todos se centraban en la descalificación de la citada incorrección política. Argumentos, ninguno. Sólo insultos. ¡Por Dios, una dictadura! ¿Cómo va a ser mejor para algo? Ni siquiera para defender las Termópilas.

La verdad es que a uno, como ya les he dicho mil veces, le da ya todo lo mismo. Comento por comentar y porque quizá albergo todavía un ascua de aquella esperanza juvenil en la paulatina mejoría de la capacidad de discernimiento global. Ya saben, con el tiempo y una caña. ¡La esperanza! Siempre tan juvenil.

El discernimiento global, sí, ese mito que está en el origen del sistema político democrático. El pueblo ha hablado y el pueblo es sabio suelen decir los analistas políticos cuando han ganado las elecciones los que tienen sus simpatías. En caso contrario dicen que el pueblo también se equivoca, pero que hay que acatarlo porque es el menos malo de los sistemas. En definitiva, pase lo que pase siempre hay algo que decir que no quiere decir nada. Porque el pueblo ni es sabio ni se equivoca, simplemente es masa amorfa que fluye por los cauces que la caprichosa naturaleza va labrando con paciencia de milenios. Da igual que el cauce lleve a guerra que a vacaciones en Cancún, la masa amorfa se precipita por ellos con similar entusiasmo.

Y no se crean que todo esto que les digo es cuestión del escepticismo propio de la vejez. Ni mucho menos, les diría que mi credulidad va en aumento con los años. Mi confianza en la capacidad de superación del individuo por medio de la ascesis no tiene límites. Cualquier individuo si se lo propone puede aspirar a una porción de conocimiento que le permitirá rozar el cielo con los dedos. Eso es todo. El único sentido posible de la vida. Créanme.
       

miércoles, 30 de diciembre de 2015

Tejas


                                  
                                 Podría ser Tejas, pero sólo son los aledaños del Cerrato. 


Por cómo me habían hablado de Boyhood tenía ganas de verla. Por fin la otra noche pude satisfacer el deseo. Y ¡vive Dios! que lo disfruté. Boyhood es a mi juicio la modernidad. Una sociedad que no apesta porque está enseñada a actuar con valentía, o sentido común, como quieran llamarlo, cuando surgen los problemas. Todo ello no es más que la consecuencia de la buena educación. A las crías se las protege mientras son crías. A la primera juventud se les echa a la calle, pero no sin haberlas enseñado antes a disparar. ¡Es tan importante saber disparar!

Y ya ven, es precisamente en Tejas, la Tejas de los Presidentes Bush, donde en los colegios enseñan mitología clásica desde la primera infancia. Cada niño elige un dios que luego debe explicar a sus compañeros. Así es, claro, que luego les sea tan fácil entender lo que leen. Y lo que les dicen. Si su madre les llama egocéntrico narcisista cuando sólo tienen diez años saben perfectamente a qué se está refiriendo y, por tanto, tomar conciencia de su propio ser. ¡Es tan importante crecer!

Según Boyhood, diría, Tejas es el lugar en el que la gente tiene la edad que tiene. Dicho así parece una simpleza, pero miren a su alrededor, observen con atención, reflexionen si pueden un poco y no tardarán en darse cuenta de que nuestro mayor problema es que demasiada gente no tiene la edad que le corresponde. Por la mala educación recibida, evidentemente. Y así es que cuando le llegan los problemas propios de la edad que deberían tener no saben qué hacer con ellos y se contentan con la queja y la búsqueda de un culpable. Pues dispárale entonces, le podríamos decir. Pero es que nadie le enseño a disparar. Un verdadero drama. Por eso hay tantos socialistas.

En fin, es tan importante saber disparar para alcanzar la condición de individuo que qué les voy a decir. 

jueves, 24 de diciembre de 2015

Cuento de Navidad


En Nochebuena ya no suenan las zambombas. Ahora la chusma explota petardos para que esto parezca Siria que es lo que está de moda. Bueno, Siria o Yorshire, porque como las explosiones ponen nerviosos a los perros, y hay unos cuantos, a veces parece que hay una jauría persiguiendo al zorro. Bueno, me dirán, al fin y al cabo el Niño Dios sólo viene una noche al año, así que… ¡y una leche! Aquí por fas o por nefas siempre hay jolgorio nocturno. Y si no ya se encarga la vecina de arriba con su alegre taconeo a las cuatro de la mañana, la muy zorra, que a saber de dónde viene.

Sí, este año que ahora entra, si Dios me da salud, voy a poner todos los medios a mi alcance para liberarme de esta plaga del ruido nocturno. No sé todavía cómo, pero juro por cien mil demonios hirsutos, que lo voy a conseguir. Y no por nada sino porque de entre todas las cosas que me hacen la vida agradable, una de las que más es el silencio nocturno. Me da igual si duermo o no duermo con tal de que haya silencio. Si no duermo me levanto, doy paseos, pienso… y acaso me pongo a escribir. Si no tuviese vecinos tocaría la guitarra. Pero si no duermo porque hay ruidos, me encabrono y proyecto tonterías. Y a veces las llevo a cabo. Y menos mal, porque de lo contrario seguro que ya estaba muerto… si es que no lo estoy ya y todavía no me he dado cuenta.

En cualquier caso, qué bueno estar aquí, libre de compromisos, escribiendo estas chorradas después de haber cenado unas acelgas hervidas. Sin tele ni mandangas por el estilo, abandonado a mis absurdas ensoñaciones. Y dentro de un rato, cuando la gente ya cene, bajaré hasta la playa y tendré por única compañía el rielar de la luna sobre el mar.

miércoles, 23 de diciembre de 2015

Shakauntos


Euclides Shakalotos es el sucesor de Yanis Varufakis al frente del ministerio de economía del gobierno griego -todo con minúsculas-. Tal para cual y exponentes absolutos de la desfachatez en el uso del lenguaje de los políticos en general y si son de izquierdas en particular. En un periódico de esos que se leen por internet asegura hoy Shakalotos que, por supuesto, como no podría ser de otra manera, hacen al pie de la letra lo que les ordenan desde Bruselas, pero, los perinquinosos peros que diría Critilo, que no están dispuestos a traspasar determinadas líneas rojas. ¿Saben que líneas? Pues, elemental, la protección de los pobres y los más desfavorecidos, así, dicho pleonasmáticamente. Y entonces yo voy me acuerdo de Varufakis en plan de anuncio de colonia con su moto, su chupa y su chica de melena rubia al viento. Es que, ¡leches¡, tenemos en Europa unas izquierdas que no nos las merecemos. ¡Dios!, no quiero ni imaginarme cómo estarían los pobres sin ellos. Ni colonias por Navidad se podrían regalar los unos a los otros.

Personalmente, no veo yo que esto de dividir las ideologías políticas en izquierdas o derechas sea muy orientativo. Siempre me pareció más adecuado, una vez más, lo de los clásicos, es decir, democracia y tiranía con sus Guerras del Peloponeso por medio. EEUU y la URSS con su Guerra Fría reproducían muy bien el modelo. Libertad contra igualitarismo, ese es el debate, que diría un tertuliano. O sea, libertad para que acaben mangoneándolo todo cuatro e igualitarismo para lo mismo. Pero hay una diferencia. Me explico:

Del lado de la libertad acaban mandando tipos como Jef Bezos, Elon Munsk o Amancio Ortega, es decir, los hechos. Del lado del igualitarismo, Varufakis, Sakalotos, Iglesias o Castros, palabras que se lleva el viento. Lo que va de la realidad a la ficción.

Realidad contra ficción, ese es y ha sido siempre el gran combate del mundo. La realidad del dolor de la derrota de los más sólo aliviada por el consuelo de la ficción… quitar a los ricos para dárselo a los pobres. Como si alguna vez a los pocos que consiguieron quitárselo a los ricos se les hubiese pasado por la cabeza repartirlo con los pobres.

En fin, perdonen la digresión, pero es que si en vez de Shakalotos se hubiese llamado Shakauntos la cosa hubiera tenido algún sentido.

martes, 22 de diciembre de 2015

Junto a la barra de un bar



Sabido de sobra es que El País es la hoja parroquial del sector más dionisiaco de la población y que el Sr. Savater es uno de entre sus más brillantes, si no el que más, gurús ideológicos. Pues bien, hace unos días Savater se despachaba con la clarividencia que le caracteriza en contra de la fecundación artificial para parejas homosexuales. Satisfacer deseos a costa de terceros, en este caso el niño, es una monstruosidad, argumentaba. Mutilarle de entrada, porque a mí me da la gana, de una de las dos referencias fundamentales, padre o madre, sólo le puede parecer normal a cabezas de chorlito. En fin lo que va de soi para cualquiera que no cultive su pensamiento junto a la barra de un bar… exaltación de la amistad, cantos regionales, tuteo a la autoridad y todo eso. 

Y entonces me dije, pues ya ha tardado el Sr. Savater en empezar a escarnecer a los que daba la impresión que consideraba sus correligionarios. Porque eso es lo tremendo, que una cabeza como la de Savater pueda dar la impresión de tener correligionarios, es decir, que tiene creencias. Yo sé que no, pero vete tú a explicarle eso a una colla de dionisiacos que vegeta junto a la barra de un bar.

Algo está pasado en este país, y muy bueno por cierto, me dije al leer el artículo de marras. Que se empiece a zurrar a los dionisiacos desde su bendita hoja parroquial es paso previo indispensable para que algún día lleguen a comprender que existe lo otro, es decir, un tal Apolo, que no va a los bares, y sin cuya amistad difícilmente vamos a poder algún día hilar dos pensamientos de forma inteligible.

Y ya se lo he dicho mil veces, que no es que quiera yo meter a Dionisos en el trullo. Ni mucho menos. Pero una cosa es ésta y otra darle la importancia que se le ha llegado a dar, como si no hubiese otra forma de afrontar el ocio que cultivando su amistad. Sí, por Dios, estamos pasados de rosca, y no de otra causa nos vienen estos lodos tóxicos que gripan la maquinaria política de la nación. 

Exceso de Dionisos, da igual iglesias que bares. Su abuso produce el mal de las alturas. Creer que eres lo que no eres. Que sabes lo que no sabes. Al final piensas que todo lo puedes –Podemos- y que si no lo haces es porque un maldito apolíneo te lo está impidiendo. Entonces vas y le odias, te dejas coleta y cierras el círculo… junto a la barra de un bar, bien sure.


Por cierto, hoy me toca eucaristía. Cojo la botella y salgo pitando.

lunes, 21 de diciembre de 2015

¿Qué sé yo?


Michel de Montaigne, en habiendo cumplido los 38 dejó de lado su brillante porvenir como jurista y se encerró en una torre en mitad del campo a indagar sobre su propia condición humana. El resultado de aquella retirada a tiempo son sus Ensayos, uno de los instrumentos más útiles de los que dispone la humanidad para aliviar su natural estulticia.

Fray Luis de León se hizo con un terrenito en la ladera de un cerro que hay a la izquierda según vas a Babilafuente. Allí plantó un huerto que, por la primavera, de bella flor cubierto, mostraba en esperanza el fruto cierto.

En estos tiempos que corren anda por ahí un tipo curioso perteneciente a eso que llaman “the globetrotting TED-ocracy”. Conferenciantes de lujo, para que nos entendamos. Se llama Yuval Noah Harari y es profesor de historia en una universidad de Telaviv. Ha escrito un libro sobre la historia del mundo, Sapiens, que ha tenido un éxito tremendo. Pues bien, cuando le llegan las vacaciones académicas qué creen que hace: se va dos meses a un monasterio a pensar sobre sí mismo. Aspira a conocerse.

La humana condición, ese misterio que todos nos empeñamos en desvelar. Con éxito diverso, desde luego, pero siempre con esperanza de mejorar nuestras vidas. Así, con tanto esfuerzo y un algo de talento a veces hacemos conjeturas con visos de evidencia. Es lo que pasaba anoche cuando se me ocurría pensar que todo esto de la política no puede ser otra cosa que la necesidad de hacer convivir sentimientos contrapuestos: la autocomplacencia trufada de desprecio de los unos con el resentimiento alimentado por la envidia de los otros. Sentimientos primarios que si bien pueden tener su origen en la propia situación, su ascenso a condición de estulticia se consolida por la total ausencia de autoreflexión. Por qué estoy como estoy. ¿Es mi mérito? ¿Es mi culpa? De qué presumo. De qué me quejo. Uno piensa, se mira en los espejos, y si se consigue ver, atempera sus ardores. La autocomplacencia entonces puede devenir en agradecimiento trufado de comprensión y el resentimiento en reconocimiento y afán de emulación. Es el paso de la adolescencia a la madurez… tan complicado.

 Por lo demás, sostiene Hariri:

 We have no real idea what we want even at the most basic, personal level, let alone as a species. “Even what people take to be their most personal desires are usually programmed by the imagined order.” There’s nothing “natural or obvious” about taking a holiday abroad, he says by way of example. “A chimpanzee alpha male would never think of using his power in order to go on holiday into the territory of a neighbouring chimpanzee band. The elite of ancient Egypt spent their futures building pyramids and having their corpses mummified but none of them thought of going shopping in Babylon.” We’re all victims of the “myths of romantic consumerism”, he says.

domingo, 20 de diciembre de 2015

Ni decisivo ni histórico


Por así decirlo me la suda. Sé que es una manera vulgar de decirlo, pero no hay que ser un lince de la semiología, ni haber leído a Saussure, para percatarse de que en ocasiones la vulgaridad añade un plus de significación al significante. O cosa por el estilo, que sea como sea esta “fiesta de la democracia” ni va a ser decisiva, ni mucho menos histórica, como dicen una vez más, porque lo que hay en juego es lo de siempre, es decir, unos cuantos buenos sueldos a los que se puede optar sin haber demostrado previamente mediante oposición, o currículum académico pertinente, que se está en posesión de capacidades intelectuales que justifiquen el estipendio a percibir.

Luego, sí, claro, te dirán que ese pasotismo puede llevar a un Zapatero cualquiera al poder, o peor si es que eso fuera posible, y yo les contestaré que no hay mal que por bien no venga porque del castigo colectivo que el triunfo de tales opciones supondría se extraerían lecciones sumamente útiles para encarar el futuro. Equivocarse, en definitiva, suele ser tomar impulso para mejor acertar. O es que acaso conocen a alguien con dos dedos de frente que no diga que la patria está mejor ahora que hace diez años, aunque puede ser que haya menos dinero en los bolsillos. Va de soi, es el esfuerzo que los particulares han invertido en educación lo que marca la diferencia. Y las diferencias entre unos y otros que no hacen sino crecer cuando la gente es libre para hacer lo que le dé la gana con su tiempo y dinero. Democracia que le dicen.

En fin, me parece de perlas que la gente vaya a votar. Hasta yo lo he hecho algunas veces. Pero por favor, hagamos un esfuerzo por saber la importancia que eso tiene. Muy poca en cualquier caso frente a ciertas actitudes personales con potencial para trascender. Ya se sabe lo mimética que es la sociedad y que ningún gesto que hagamos pasa desapercibido… así, poco a poco se irá llegando a un tiempo en el que los más acabarán por comprender lo poco que se puede esperar de lo que viene de fuera de uno mismo.

Por lo demás, con las votaciones lo único que se escoge es a los domésticos y domésticas. Los que ordenan tienen por lo general despacho con vistas al Central Park y, probablemente, lo consiguieron pactando con el diablo. Y el que les traiciona, que se amarre los machos.  

jueves, 17 de diciembre de 2015

Monumentos


La historia de la humanidad tiene una media docena de reales monumentos que para mayor desgracia de la industria turística y su ingenua clientela no se pueden visitar viajando en el espacio. Su difícil comprensión exige de otro tipo de viajes que están reservados a un pequeño porcentaje de mortales que por el querer de los dioses nacieron dotados de un cierto sentido de la trascendencia. Y el sacrificio.

Apunten en primer lugar la Grecia Clásica. El orden de los siguientes ya da igual. Pongamos que la Viena de Wttigenstein o las universidades estadounidenses que consiguieron en el siglo pasado desentrañar con una aproximación turbadora la estructura íntima de la materia. Pues bien, los que hemos nacido por estos lares tenemos la inmensa suerte de tener al alcance de nuestra lengua materna otro de esos incuestionables monumentos, el que se conoce como Siglo de Oro Español. Un puñado de autores que disecaron la condición humana hasta los límites de lo imposible. Desde luego que en tales cuestiones pocos hilos sueltos dejaron para ser atados por la posteridad.

Y ese es el caso que uno, a veces, al observar la realidad circundante tiende a pensar que en general hemos aprovechado muy poco ese inmenso caudal de sabiduría que corre por delante de las puertas de nuestras casas. Tú dices aquí Critilo y Andrenio y el común de los que te oyeron pensarán que se te ha ido la olla. El otro día, por ejemplo, tuve el mal trance de observar un vídeo que reproducía un lamentable pasaje del debate recientemente habido entre los dos hombres con más posibilidades de llegar a Presidente de la nación. Me pareció evidente que por ninguno de los dos había pasado ni de refilón ese Siglo de Oro. Una pena, desde luego.

En fin, tampoco creo que la cosa sea grave porque a la vista está que el país funciona. Y el mundo. Porque, ya digo, es el orden de la naturaleza que dispone que para que todo sea mejor sólo sea necesario un pequeño porcentaje de dotados con capacidad para visitar monumentos de los de verdad. Así, de una forma natural, la chusma se mantiene apartada y les deja trabajar para el bienestar de todos.


Coda.- Sigo con lo de Feynman. Me he enterado de que hay una teoría que llaman QED (cuantum electrodynamics) que explica cómo interactúa la luz con las partículas con carga (fotones con electrones). Parece ser que la cosa tiene mucha más importancia de lo que a primera vista nos pudiera parecer a los profanos. En fin.

martes, 15 de diciembre de 2015

Awesome

No es que sea algo que me he sacado yo de la manga, ni mucho menos, es algo que se viene sabiendo desde la noche de los tiempos: sin estar aprendiendo algo lo que parece vida no lo es. Así de sencillo. 

Aprender es agonía y lo demás son cuentos. Esa mierda socialista de que se aprende jugando es la mayor estafa que se hizo nunca a la humanidad. Afortunadamente siempre hubo padres que no se dejaron embaucar y mandaron a sus hijos a estudiar a Esparta. Y gracias a eso no se ha ido todo al carajo. Por más que, socialistas mediante, tengamos que conformarnos a vivir con esta inmensa grieta entre luchadores y muertos vivientes. 

Sé que ya me vengo repitiendo más de la cuenta con esta historia, pero es que ya va siendo la única convicción que me queda caso de haber tenido otra alguna vez. Aprender, aprender y aprender, la única revolución posible. O fuente de felicidad si lo quieren llamar de otra manera. En fin, para qué darle más vueltas. 

El caso es que si caí en la tentación de insistir no ha sido por otra cosa que porque se dio la coincidencia de haber mandado hoy mi pequeña, pequeñísima para ser exactos, contribución filántropica a la  Khan Academy y haber encontrado al escorcollar entre los periódicos un artículo dedicado a ella. Aquí tienen el link:  http://one.elpais.com/salman-khan-el-responsable-de-que-millones-de-ninos-mejoren-sus-notas-del-colegio/

Total, que me han mandado un mail acusando recibo del envío. Y me califican de awesome, o sea, lo que los mexicanos dicen !padrísimo! Me ha hecho mucha ilusión porque, la verdad, no creo que haya a nadie a quien deba más conservarme con cierta vida estos últimos años que a esa Academy. 

lunes, 14 de diciembre de 2015

Cage

Anoche escuchaba a Blomberg pontificando en su propia televisión. Se le notaba acalorado. Pensé que a lo mejor le daba cualquier cosa porque el tipo tiene sus años. Últimamente se prodiga mucho por los platós de las grandes cadenas internacionales que, in my humble opinion, son en las únicas que de vez en cuando se ve y escucha algo interesante.  

El caso es que Blomberg no estaba diciendo cosas del otro mundo, pero viniendo de quien venía y desde donde venía parecían de una cierta trascendencia. Divagaba acerca de la ya famosa cumbre del clima de París de la que opinaba más o menos, de forma educada, eso sí, que no había servido para absolutamente nada. Cuándo cambian las cosas, se interrogaba, pues muy sencillo, cuando la gente lo exige porque se siente incómoda con lo que hay. Y contaba sus experiencias como Alcalde de New York. Todo lo que se hizo allí hasta convertirla en la ciudad con mayores y mejores expectativas de vida de todos los EEUU fue por la presión y trabajo de los movimientos ciudadanos. Si la gente decide que prefiere huertos a aparcamientos quiere decir unas cuantas cosas, pero sobre todo que está dispuesta a madrugar un poco más para tomar el trasporte público en vez del coche privado. Esa es la cuestión, que todo es a cambio de algo. Elemental... y sin embargo, aquí... 

Madrid, tal que ahora, con los días entrañables a la vuelta de la esquina, parece una ciudad pleistocénica. Tiene su encanto verlo, pero al segundo pase cansa una barbaridad. Se ve que la masa crítica de demandantes de modernidad es irrelevante. Sin duda es un problema de ilustración. Ayer por la tarde paseábamos por delante de lo que fuera en los años sesenta Instituto Goethe. Recordé que por aquel entonces se había interpretado allí el concierto 4 33 de John Cage. Se lo oí comentar a unos compañeros de curso que habían hecho el bachillerato en el Colegio Estudio. Me los solía encontrar en los conciertos del Español y siempre eran amables, pero con ineludible vocación de distancia. Pues bien, a lo que iba, John Cage pasó por Madrid en los sesenta, pero Madrid todavía no ha pasado por John Cage a estas alturas del XXI. Y lo que te rondaré, morena. La gente sigue prefiriendo la Pastoral de Beethoven y los boleros de Machín. Por no hablar de esa juventud añosa que se pirria por las rokanrroladas del Boss. 

En fin, allá cada cual con sus opciones de felicidad, pero me temo que en el pleistoceno no se va a cumplir ni una. El mundo evoluciona veloz y si no te adaptas, mueres aunque parezca que vives. No, no me puedo imaginar a Cage sobreviviendo en medio de toda esta chatarra de colores. Ni a Cage ni a mí. Me voy ahora mismo, por tanto, a sacar un billete para 4 33. 

domingo, 13 de diciembre de 2015

Cumbres doradas

Uno oye la palabra cumbre y automáticamente le viene a las mientes aquel chascarrillo que hacía las delicias de los Proscritos de Alar. Rezaba así: "Alas seis de la mañana,/ cuando el sol dora las cumbres,/ hay más pollas en los coños/ que pucheros en la lumbre."

Para ser rigurosos lo que debieran darnos las autoridades competentes es una información contrastada sobre el plus de fornicaciones habido estos días en París con motivo de la cumbre del clima. Por lo que he podido ver en la pantalla, estaba aquello hasta la bandera de militantes de la cosa. Y los militantes de cualquier cosa ya se sabe para qué lo son principalmente. Para ir a las cumbres a ver si hay suerte y el sol las dora. Porque, los pobres, a palo seco, nada de nada, que eso y no otra cosas es lo que incita a militar. Hasta el más tonto lo sabe. 

Y así vamos, de cumbre en cumbre para combatir el calentamiento global por medio del enfriamiento de los calentamientos individuales. Y ni por esas, que la cosa va disparada por razones obvias: el maldito ocio.  Ocio y malos pensamientos, todo es uno. Bien que lo sabía San Juan Bosco, que por eso no consentía que sus niños dejasen de correr por el patio un solo minuto a la hora del recreo. Y claro, así sudabas y perdías calor. El calor que se te acumulaba a nada que te parases dos segundos a pensar... en la cosa por supuesto. 

La perdida de calor, por tanto, es un empeño arduo porque lo frena el tabú. Los hombres siguen queriendo estar seguros de la paternidad de sus hijos y las mujeres no quieren poner en peligro la alimentación de la progenie. Y así no hay forma de avanzar. Para que la refrigeración funcionase adecuadamente la realidad tendría que parecerse a las películas porno. Allí donde macho y hembra se encontrasen en unas mínimas condiciones de discreción, zas, a perder calor. Como la cosa más natural y sin dejar reminiscencias turbadoras. O sea, relajo total y ninguna necesidad de cruzar océanos para ir a hacer cochinadas donde nadie te ve, que eso sí que calienta el globo. 

En fin, uno quiere aportar ideas porque veo que las que dan en las cumbres doradas son muy limitadas y llenas de condicionales. Una antigualla en definitiva.  

sábado, 12 de diciembre de 2015

La marcha

Después de una noche sin pegar ojo a causa del derecho inalienable que tiene la alegre muchachada que vive en el piso de encima a divertirse, uno, por la mañana, con los ojos como frambuesas, se pone a pensar y llega a la conclusión una vez más de que la única opción posible para combatir esta pesadumbre existencial que me constituye es hacer el petate y seguir camino -ya me queda poco en cualquier caso-. Lo tengo perfectamente asumido, estoy condenado, por lo que sea, que no voy a entrar ahora, a la desintegración social. Al poco de permanecer en cualquier sitio empiezan a abrumarme los pequeños inconvenientes inevitables de cualquier convivencia que el común de los mortales combate y alivia ya sea con pastillas, ya con copas, o, sencillamente, con el recurso infalible de la queja que no cesa.

En fin, ya lo dijo el poeta, que el destino nos lleva de la mano y al que se resiste lo arrastra. Así que, ya digo, ir haciendo el petate y a donde los dioses digan, porque lo que por nada del mundo voy a hacer es, uno, buscar alivio en la queja o sus sucedáneos, dos, ponerme a pleitear con los vecinos. Además, que me va la marcha un montón. La marcha de marcharse digo.  

viernes, 11 de diciembre de 2015

Titanes de la perfección moral

Me he enterado de que tanto el líder del Partido Socialista como el de Podemos, esos dos autoproclamados titanes de la perfección moral, han hechos comentarios poco caritativos, cuanto menos, acerca de la estatura física, que no mental, de la Vicepresidenta del Gobierno, Sra. Sáez de Santamaría. El asunto, supongo que para disgusto de los dos graciosos, apenas ha tenido resonancia. Es lo normal cuando el presunto ofendido sobrepasa en varios largos de inteligencia al ofensor. A palabras tontas, oídos sordos. No hay mayor desprecio que no hacer aprecio. Etc., etc..

Sin embargo, in my opinion, este tipo de sucesos al estar relacionados, pienso, con los instintos más primarios pueden dar pie a la reflexión sobre las humanas debilidades y, en su caso, llegar a algunas más o menos ciertas conjeturas, que no conclusiones. Debilidades sin duda relacionadas con la escasa capacidad de control que ejerce la razón cuando el animal que llevamos dentro se ve abocado a una actitud de lucha. 

Así es que sería gran tontería ponerse a negar ahora la enorme influencia que sobre la psique de cada cual tienen las proporciones más o menos áureas de su cuerpo. Tanto al que las tiene bien aquilatadas como al que no, nunca se le van de la cabeza las ventajas o trabas que de su constitución física se derivan. Ligar o no ligar por la cara, esa es la cuestión. Y de ahí el estúpido orgullo de los unos y el paralizante resentimiento de los otros. La condición animal en estado puro. El infalible camino hacia el despeñadero.

Pero no se apuren. Sobre esto, como sobre casi todo, se pueden aprender un montón de cosas prácticas siguiendo las clases que Critilo le impartió a Andrenio. La suerte de la fea, la guapa la acaba por desear, le vino a decir. Acostumbrarse de joven a no necesitar trabajar las armas de seducción es quizá la mayor desgracia que le puede ocurrir a cualquiera. Porque sin esas armas bien desarrolladas, cuando ha pasado el tiempo que iguala todo lo físico, el antiguo guapo, o guapa, se convierte en un pingajo. En nada se parece, desde luego, al antiguo feo que también vagueó en su juventud, porque, éste, no tiene que sufrir los costes del haber venido a menos. Por lo demás, la rabia o resentimiento del feo no es raro que se convierta en motor de aprendizaje y, por tanto, fuente de poder futuro... aunque, por más lejos que se llegue, sospecho que el poso que esa rabia o resentimiento primerizo dejó casi nunca se extingue del todo... y, ahí, sí que es la inteligencia la que cuenta para que no se note el resquemor. 

En resumidas cuentas, que a esos titanes de la perfección moral les fue tan fácil avanzar en sus primeras escaramuzas gracias a su palmito que no tuvieron oportunidad de verse obligados a reconsiderar sus estrategias. Y ahora, cuando se tienen que enfrentar a quien sí se vio obligado no encuentran dentro de sí más armas que las puramente animales. Las de la berrea: soy más alto y guapo que tú. 

Por lo demás, no entiendo por qué demonios la Sra. Santamaría tiene que recurrir a esos ridículos coturnos. Seguro que la incomodidad física que por fuerza le tienen que proporcionar le resta capacidades mentales. Pero, el caso es que ahí están, demostrando una vez más que incluso para las mentes más brillantes es difícil obviar la suposición de que tira más pelo de coño que soga de marinero... que, en definitiva, las armas de seducción no están exclusivamente en la cabeza como ingenuamente llegamos a creer aquella ya mítica generación de los sesentaiocheros, cuando los tacones quedaron relegados al ámbito de lo más cutre. 

jueves, 10 de diciembre de 2015

La vejez

Todavía leo algo. Y de vez en cuando veo una película. Y es curioso, porque ese casi nada que leo y veo por comparación a épocas ya lejanas me deja la cabeza completamente saturada. Como comprenderán no puedo achacarlo a otra causa que a mi condición de viejo. Y no es que piense que por ello mis neuronas hayan perdido conexiones, que también pudiera ser, y por eso pueden procesar menos información, no, lo que juraría que me pasa es que cualquier nueva información que llega al cerebro se siente de inmediato abrumada por el peso de toda la experiencia acumulada relativa a dicha información. Trataré de explicarme.

Anoche vi una película americana, Random Hearts, que como su nombre indica trata de lo que pasa en los corazones, es un decir, de la gente corriente. Como yo, un suponer. Los protagonistas, dos fieras de la interpretación, Harrison Ford y Kristin Scott Thomas, se ven sometidos a la presión de unas circunstancias desagradables con la única finalidad de resaltar y alargar la natural tensión sexual que se da en todo proceso de enamoramiento entre dos personas. Algo en lo que cualquier persona normal se ha visto implicada una o varias veces. Así fue que anoche pasé dos horas en las que cada sí y cada no la descarnada verosimilitud de la interpretación me despertaba recuerdos a Dios Gracias ordinariamente dormidos. Recuerdos de situaciones parejas, de una extraña agitación mental supongo que producida por una inequívoca identificación del objeto del deseo... y no sólo sexual. La esperanza de una cierta felicidad futura ligada a la consecución de ese deseo. Y luego, claro, el recuerdo se prolonga más allá de la consumación. Y ahí es donde, con la amargura consiguiente, la razón vuelve a ganar el terreno que le había robado la esperanza. Y puede que entonces maldigas el haber ser sido tan iluso. En fin, ya digo, una catarata de emociones por delegación, pero emociones al fin y al  cabo que te dejan colmado para una buena temporada. 

La vejez es eso, el peso de la experiencia lastrándolo todo. Empezando por la inteligencia. Que no por otra cosa es que que casi todos acabemos convertidos en Abuelos Cebolleta. En fin, si los dioses acaso te concediesen conservar un ápice de curiosidad... hacerte consciente de que en realidad no sabes nada ni tienes nada interesante que contar... y un poquito de voluntad para ponerte a la feina de descubrir lo que sea... entonces, quizá mereciese la pena seguir camino 

miércoles, 9 de diciembre de 2015

Motor de alubias

Volver a decir que robar fuego a los dioses nunca sale gratis resulta ya cansino. Sin embargo todo parece indicar que no hay precio que el personal en general esté mejor dispuesto a pagar. Se diría que hemos generado un mecanismo cerebral, una especie de bypass neuronal que obvía el desagrado inherente a ver como encoge la piel de zapa. ¡Pekín está tan lejos!, pensamos estos días ante esas imágenes espeluznantes que contemplamos con indiferencia. Y eso que aquí tampoco está el horno para muchos bollos. Y la alcaldesa, una venerable anciana que se empeña en hacer cumplir la ley, que para eso fue juez, recibe agrias críticas. Si la ley interfiere con el consumo, debe perder la ley. La alcaldesa, por tanto, debiera hacer la vista gorda. Al fin y al cabo, argumentan los críticos, tenemos unos magníficos servicios sanitarios para paliar los molestos efectos de una perniciosa conjunción de casualidades. Para ellos, en su ignorancia, nunca es la justicia de los dioses, cosa que consideran cuentos de la mona propios de pusilánimes. 

Efectivamente, esto del clima entra dentro de la nueva ciencia de los big data. Ni los más potentes ordenadores han podido hasta ahora extraer conclusiones fiables. El planeta tiene una historia de calentamientos y enfriamientos y no podemos saber a ciencia cierta, por mucho que se sospeche, si en este aparente calentamiento de ahora tiene algo que ver la actividad humana. Sospecha con altos indicios de verosimilitud, sí, pero... ¿es suficiente eso para apear del carro a Faetón? El niño mimado de su padre. Que hay que ver lo que mueve la economía satisfacer los caprichos del niño. 

El caso es que yo no sé si es porque los medios de comunicación han encontrado ahí un filón, y los políticos también, o porque, realmente, ya no se puede ocultar que la cosa apesta de mala manera, en fin, por lo que sea, pero la cuestión es que se empiezan a escuchar cosas interesantes que su sola sugerencia hubiese supuesto hace dos días poco menos que la muerte civil. Así, he podido ver que en la CNN, en el programa de Hala Gorani se han dedicado unos tipos a debatir sobre una cuestión absolutamente tabú: las vacaciones en el extranjero. El asunto, como pueden suponer, tiene tales perendengues que se los pisa. Pero para empezar, y como el tema aquí es el del calentamiento global, se han de tener en cuenta los miles de millones de toneladas de combustible que hay que quemar antes de que las gentes del mundo frío se puedan calentar al sol de las playas tropicales. Por no hablar de ir a extasiarse ante los miles de Capillas Sixtinas de uno u otro tipo con las que se trufa el mundo. Desde luego, convendrán conmigo que tocar este tabú es poco menos que ponerlo todo patas arriba, así que... ¿saben lo que les digo? Ya me estoy cansando de todo esto. Porque es que, además, ¡con lo fácil y placentero que es limitarse al motor de alubias! Para las vacaciones, digo. 

martes, 8 de diciembre de 2015

El honor

Personalmente y en la medida de mis fuerzas tiendo a seguir la consigna pessoana que sostiene que si quieres cambiar el mundo empieza por cambiarte a ti mismo. Esa tarea, añade, te llevará toda la vida. Quizá sea por eso que todo este alocado trasiego de conjeturas sobre nuestro porvenir que viene padeciendo la nación estos últimos días me parece que no es más que opio para iletrados. Un país no cambia de la noche al día ni aunque llegue al gobierno un Zapatero. Todo sigue su curso en la dirección del esfuerzo de sus ciudadanos. La España de hoy no es sino el resultado de haber pasado en 50 años de tener un 3 a un 30% de titulados universitarios. Sin ese salto seguiríamos quemando iglesias y matando empresarios, pueden estar seguros. 

Así que anoche mientras zapeaba en busca de una película me detuve un instante en lo que estaba diciendo un tal Sr. Sánchez y no pude esperar a que terminase porque el minuto que escuché fue suficiente para que mi inteligencia se hubiese podido sentir ofendida caso de tomarse tales patochadas en serio. Al respecto, me basta con comprender que el espectáculo preferido de las masas desde el origen de los tiempos is much ado about nothing, o sea, que parezca mucho pero que no sea nada. Los toros, el fútbol... cristianos a los leones en definitiva. Previsibilidad disfrazada de incertidumbre. El caso es que la problemática planteada no tenga suficiente enjundia como para traspasar la barrera de las meninges. La chusma, convénzanse, es chusma precisamente porque tiene las neuronas blindadas. Sus certezas son inamovibles. Lo mismo que su sufrimiento. 

Total, que seguí zapeando y di con una película americana que, como casi todas, trataba sobre escala de valores. Con el ejército como campo de experiencias. Experiencias que ponen en contradicción valores fundamentales y que, al final, sólo la ley, es decir, la convención, está capacitada para jerarquizarlos. Nada por cierto, que no hubiera dejado ya niquelado Calderón. El cabo Dawson de la película era el Pedro Crespo del Alcalde de Zalamea. El honor es la autoestima de la persona. El motor de la responsabilidad. Aunque, luego, puede resultar que el objeto de esa responsabilidad sea harto contradictorio. Las órdenes recibidas en el caso de los sistemas fuertemente jerarquizados. Y de ahí que el ejército sea fuente inagotable de argumentos que se dedican a disecar las contradiciones que suelen surgir entre los diferentes valores cuando estos son tomados al pie de la letra. 

Contradicciones entre valores, en eso consiste el sufrimiento sordo de la vida. Porque resuelvas como resuelvas siempre quedan cabos sueltos. Y el fuero interno lo resiente. El honor siempre tambaleante. Aunque te acostumbres a vivir con eso a las espaldas y hagas como que no te pesa. Pero sí, al final los demás te lo notan por las mil pequeñas señales que vas dejando por donde avanzas. Lo notan y te ponen nota, puedes estar bien seguro.  

lunes, 7 de diciembre de 2015

Los instintos liberados

"Para todos los que creéis en la fuerza del inconsciente, para todos los que creéis que no controlamos nuestros instintos básicos, para todos los que como, Sigmund Freud, creéis que la pulsión sexual es lo que mueve el mundo, ésta es vuestra ópera: LULU".

Ayer, mientras esperaba en casa de mis hermanos a que empezase la comida, puse la tele y de inmediato quedé colgado. Se trataba del programa "This is opera" que emite TV2 los domingos a mediodía. Ayer tocaba LULU. En resumidas cuentas, los comensales se sentaron y tuve que apagar, pero nada más llegar a casa encendí el ordenador y me fui a Televisión a la Carta. Y allí estaba y me la tragué sin darme un respiro.

A mí con la ópera me pasa por lo general como a Groucho Marx, o sea, que si me descuido me la tengo que tragar. Pero con LULU es otra cosa. La he visto dos veces, en la tele, claro. Y he escuchado innumerables veces fragmentos por la radio. Y todavía no me cansa, ni mucho menos. Porque en LULU se juntan dos cosas: el arquetipo que representa y la música liberada de corsés. Casi, o sin casi, un pleonasmo. 

LULU es la disponibilidad absoluta, la proporción aúrea, la serpiente del Paraíso. No necesita hacer nada para que todos los hombres pierdan la cabeza por ella. Salta de uno a otro y a todos destruye porque estar sujeta a alguien y a la vez disponible es un imposible metafísico que sólo resuelve la locura.  

Es así como la describe un especialista en entresijos del alma:

"Busca algo que no encuentra Busca la felicidad en la unión. Pero no la encuentra."


-¿Crees en un creador? No sé

-¿Por quién podrías jurar? No sé

-¿En qué crees? No lo sé

-¿Tienes alma? No lo sé

-¿Has amado alguna vez? No lo sé


"Porque no sabe absolutamente nada. Porque se siente a merced de sus instintos. Naturalmente hay gente que vive la sexualidad con esta certeza exclusiva, pero paga el precio de la desintegración social."

Poco, pienso, puede saber de la vida, de sí mismo, quien no haya pasado, aunque sea en una mínima medida, por el trance de ser LULU. Haberse dejado arrastrar por los instintos más primarios para cantar a la vida antes de ser destruido. De lo contrario, la histeria de por vida, el ideal pequeñoburgués camuflado bajo toneladas de diazepanes o similares. 

"En Alejandría se ha dicho, que sólo es incapaz de una culpa quien ya la cometió y ya se arrepintió; para estar libre de un error, agreguemos, conviene haberlo profesado", escribió el poeta. 


Coda.- Para más información:

http://www.rtve.es/alacarta/videos/this-is-opera/this-is-opera-lulu/3385547/

sábado, 5 de diciembre de 2015

Columpiarse en el vacío

En casa de mi madre, sólo en marcos de fotografía hay más chatarra que en el desguace del novio de la nieta del Caudillo. No lo puedo remediar, entro allí, lo veo, y automáticamente me baja  la autoestima tres o cuatro puntos. Yo voy allí por una especie de deber moral cuyo alcance no llego a comprender muy bien. Para tranquilizarme lo relaciono con las Tablas que Moisés bajó del monte. He sido educado así y prefiero no meneallo, pero, desde luego, en lo que a mi respecta he puesto todo el cuidado del mundo para no trasmitir a mi descendencia ese condicionamiento losa que, a lo que veo, sólo aporta desolación. Mis hijas, espero, están perfectamente preparadas para no albergar ningún sentimiento de responsabilidad hacia mí más allá del que supondría, si se diese la necesidad, que espero que no, el dar orden al banco para que pagase la minuta de mi residencia, a mi costa, por supuesto. 

Lo de las fotos es cosa que merece alguna consideración. Porque no es una ni dos, son cientos. Y, por supuesto, todas falsas. Fotos de estudio que las llaman, para que la cosa parezca mucho mejor de lo que es. Ética y estética pequeñoburguesa. Es una omnipresencia asfixiante. Como no mires la televisión -siempre María Teresa Campos, qué tiempo tan feliz- estás condenado a sentirte escrutado por mil miradas sonrientes. Nada más parecido a la vuelta a la caverna: el individuo anulado por el clan. La mirada siempre vuelta hacia detrás. A los recuerdos falsificados. Por delante, la nada.

En fin, qué sería la vida si nunca tuviésemos que hacer de tripas corazón para apechugar con el destino cuando se pone plasta. Menos mal que la naturaleza nos dota de cualidades de abstracción que nos permiten distanciar el espíritu de donde está el cuerpo. Uno parece que atiende, pero en realidad sólo está esperando a que llegue la hora de partir. La vuelta a casa, callejeando Madrid, borra todas las angustias. Y en casa, como no hay nada en las paredes, me puedo columpiar en el vacío... lo máximo a lo que he aspirado desde que tengo uso de razón, que no sé desde cuando caso de que lo tuviese.      

viernes, 4 de diciembre de 2015

A little bit of something

Sigo con la lectura de la biografía de Feynman. He de confesar que salvo las escasas líneas que dedica a las cosas mundanas no entiendo lo que se dice nada. Sin embargo me fascina. Me da una idea de la dimensión humana por su lado más sobresaliente. ¿Cómo es posible que se pueda calcular la energía que pierde un electrón cuando salta de una órbita a otra? Y todo resumido en fórmulas matemáticas que funcionan cuando la experimentación reproduce los fenómenos más íntimos de la materia. Es como si la evolución de la Naturaleza no tuviese otra finalidad que la de entenderse a sí misma. Y al respecto, a veces da la impresión de que se está muy cerca de ese fin... sería terrible haber agotado los motores de la curiosidad.  

Me relaja pensar en estas cosas y, lo que es más, me sustrae de todo este ruidoso alarde de la nada que en fechas como éstas, por caprichosa confluencia de rituales, amenaza con una esquizofrenización colectiva de consecuencias imprevisibles. 

La curiosidad como motor de vida. La exploración de lo desconocido. La progresiva profundización en los entresijos de lo que te rodea. Hasta llegar si fuera posible a los niveles de Feynman. Eso sí que tiene sentido, pero, claro, el camino tiene etapas previas que es imprescindible recorrer. O comprender. ¿Cómo se ha conseguido, por poner un ejemplo, que la inmensa mayoría de los habitantes de un país tengan no sólo agua, luz y gas en su casa, sino, también, todo tipo de alimentos a menos de cien metros de ella? Ese prodigio logístico que nunca hubiera sido posible si alguien no hubiera descubierto las herramientas del cálculo. Sí, no está de más interesarse por el cálculo si te gusta pontificar desde la barra del bar o en donde sea sobre lo que sea. Porque todo está sujeto a las reglas del cálculo. "Ecuaciones diferenciales contra el VIH", se titula un artículo que me envía Jacobo. Y ya les conté un día como el pastor de Nogales de Pisuerga utilizaba esas ecuaciones para obtener rendimientos óptimos de sus ovejas. Máximos y mínimos y puntos de inflexión, tres referencias claves para estructurar cualquier sistema. En fin, no es tan difícil y sí muy divertido. Cogen, agarran, se van a Proyecto Gutenberg, mathematics, "Calculus made easy", y se lo bajan. Es gratis como todo lo que merece la pena. Y lo puede entender un niño. Y, después, el subidón. Al fin y al cabo una derivada no es otra cosa que a little bit of something, o sea, como aquel pellizco de hongo que hacía flipar a Alicia en Wonderland. 

En fin, perdonen el desvarío, pero es que cualquier cosa es buena con tal de esquivar en lo posible esta, como digo, confluencia de rituales que se avecina que para un fóbico social como yo es poco menos que una pasada por el potro. 

miércoles, 2 de diciembre de 2015

Premodernidad

Cuando era jovencito vivía rodeado de un ambiente familiar absolutamente premoderno. Sin embargo, lo de estudiar fuera de casa, eso de lo que hoy casi nadie quiere oír hablar, fue una especie de redención. Sobre todo cuando de Valladolid pasé a Madrid. En Madrid me enteré de que existían cosas realmente sorprendentes. Por ejemplo, los choros de Villalobos que tocaba con maestría uno de mis comensales habituales, un estudiante de ingeniería gallego. O las novelas de Baroja de las que era fanático ferviente un compañero de pensión, un friky que llevaba más de veinte años estudiando minas y no conseguía acabar. De vez en cuando le visitaba su padre, un viejo militar republicano completamente enfisematoso que resoplando se metía con él en la habitación, le echaba una bronca, le daba diez duros y se largaba por donde había venido. El tipo apenas salía de casa si no era para hacer incursiones por la Cuesta Moyano a la busca de cualquier novedad barojiana. Diez duros daban para bastante en la Cuesta Moyano de aquel entonces. Total, que entre unas cosas y otras me traspasó la aficción por Baroja. Nos pasábamos horas y horas hablando del Árbol de la Ciencia seguramente sin saber de qué hablábamos, pero sin duda con el inconsciente infiltrado de las ideas de modernidad que trascienden sus páginas.

Después, a lo largo de la vida, he leído varias veces esa novela y, sobre todo, la última, ya con un Shopenhauer y un Nietzsche bastante digeridos, me sirvió para darme cuenta de hasta qué punto esa novela es revolucionaria para una España, no digo ya de cuando fue escrita, sino la de cuando yo la leí. Y diría más, para una porción muy significativa de la de hoy. Porque ese es uno de los problemas, a mi juicio, que tiene España, es decir, que hay todavía demasiada gente que se cagaría por la pata abajo si leyese a esos autores y les entendiese mínimamente. Hay demasiada premodernidad camuflada tras aires más o menos mundanos.

 Y no es cuestión ahora de ponerse aquí a dar o quitar carnés de modernidad. Pero si ves por ahí a alguien que se queja y no actúa, quítaselo. Y si conoces a alguien que se lo traga todo de puro estar descuidado, quítaselo también. Y no te digo ya si es alguien incapaz de reflejarse en los espejos, ese está perdido de por vida. En fin, quítaselo a todos los sufrientes sin otra causa que lo justifique que su propia necedad. Y colorín, colorado...

lunes, 30 de noviembre de 2015

La música de Schoenberg

Un día que estaba en casa de mis hermanos vi en la pantalla del televisor a un jovencito repelente, con sus gafitas redondas y todo eso, que decía de forma muy excitada que en España estaba todo podrido y que había que cambiarlo todo de arriba abajo. Otro día vi a otro con pinta de instalador de escenarios para rokeros que con un desparpajo pedante inigualable venía a decir lo mismo. Luego me enteré de que entre los dos habían fundado un partido cuya finalidad era ponerlo todo patas arriba. Como es lógico suponer tal partido tuvo un éxito inmediato. Porque es que, a ver quién es el guapo que estando jodido, por lo que sea, no va a querer ponerlo todo patas arriba. Y gente jodida la hay para dar y tomar por razones, las más de las veces, si no todas, puramente biológicas. Y es que cuando el dichoso cerebro no rinde lo que debiera el mundo se hace asquerosamente cuesta arriba. 

Así que lo que habrá que preguntarse, si es que a uno le sigue interesando el mundo, es el porqué de que no rindan los cerebros. Y aquí hay algo de lo que tenemos cierta certeza, por decirlo de forma tautológica. El cerebro es el órgano plástico por antonomasia. Como si fuese barro, se le puede dar la forma que se desee. Luego, claro, están los elementos de la intemperie que actúan por su cuenta sobre el moldeado inicial. Un conjunto de factores cuyo producto sí es alterado por el orden. ¿Qué es lo primero, las condiciones ambientales o el taller de moldeado? Por no hablar, por supuesto, de la calidad del barro, que, ahí, como bien es sabido, lo que natura non da, Salamanca non presta. 

Así que, condiciones ambientales, o intemperie, y taller de moldeado. Nada nuevo que ya va para dos mil quinientos años que tenemos La República en las estanterías. Y que a nadie engañen los resentidos, a trancas y barrancas hemos avanzado tanto que nos encontramos ya a dos pasos del modelo que trazó Platón. Unos un poco más, otros un poco menos, pero los niños en general son arrancados de sus padres a edad temprana para que no les maleen del todo. Y no se ahorran procedimientos. Incluso se llega, cuando las circunstancias lo exigen, a dar un sueldo a los padres a cambio de que lleven a sus hijos a la escuela. Y eso gobernando un partido de derechas y estando en plena crisis económica. Qué no sería si gobernasen los instaladores de escenarios para rokeros. Seguro que instauraban por ley la manipulación genética para que todos los barros fuesen de primera calidad. Por promesas que no quede.

Así que, se haga lo que se haga, jodidos siempre habrá por razones de fabricación. Si falla la Wolkswaguen que no fallaremos nosotros que somos humanos. Pero casi todo tiene solución y a los defectuosos con unas cuantas promesas y un puñado de soma se les tiene entretenidos. El resto, está tan educado y satisfecho que ya casi ni siquiera necesita que le gobiernen. Si no llegado, se está muy cerca del ideal anarquista. Esa extraña armonía sin reglas que la coarten. La música de Schoenberg, para que nos entendamos.

domingo, 29 de noviembre de 2015

Si te ves, chungo

Serían cerca de las diez cuando, anoche, volvía a casa. Y no creo que la temperatura pasase de los cinco o seis grados, pero daba igual, en las terrazas había gente sentada tomando aperitivos. En la que hay justo enfrente de mi puerta, que, por cierto, apenas deja un metro de acera, se regocijaba una colla de veinteañeros, algunos de ellos con t-shirt por todo avío. En la de unos metros más allá, parecía una perrera. Allí, ni uno, ni medio; simplemente había que pedir permiso para pasar. Y, dentro de los locales, ya, ni hablo: no cabía un alfiler. ¡Y mira que hay unos cuantos!

Lo que es evidente es que al personal se le ve muy preocupado con el cariz que están tomando los acontecimientos. Lo de Cataluña, lo de París, lo de Siria, por no hablar del calentamiento global. Y no digo, ya, las próximas elecciones al Parlamento que, sin el menor atisbo de duda, son una vez más las más importantes de la historia de la democracia: nunca, nos aseguran, hubo tanto en juego... se deben de estar refiriendo a que han subido el sueldo a los diputados. 

Madrid es una fiesta. Con los AVES, los vuelos low-cost y todo eso, da la impresión de que los fines de semana déferle ici toute l´Espagne. Anoche escuchaba más catalán por las calles que cuando viví en Barcelona. Porque, en cualquier caso, lo que no es posible es que con sólo la vecindad de la Villa y Corte de para este estar todo tan de bote en bote.  

Pero no se crean, es un de bote en bote civilizado, cosmopolita, sin salidas de mal rollo. Nada que ver con lo que hubo cuando lo de la famosa "movida" que tenía tanto de doctrinario y que así acabó como acabó, colgados unos de la droga, otros del zapaterismo y veinte años de oscurantismo. No, lo de ahora va más de Trimalción, o sea, a ver quién la tiene más larga, a la barba me refiero. La cuestión es divertirse y, si se folla, mejor. A nadie se le hace mal y la economía va como un tiro. 

Total que ayer, para rematar el día, y sin saber por qué, me apeteció ver El Baile de los Vampiros de Polansky. Absolutamente iluminadora. Es precisamente dejarse morder la yugular lo que hace un mundo mejor, es decir, lleno de bares que están de bote en bote. Y los que van por ahí clavando estacas de madera en el corazón de los vampiros son unos iluminados con todas las de perder y el sufrimiento añadido de verse reflejado en todos los espejos. Porque ahí está la clave de todo, verse o no verse en los espejos. Si te ves, chungo.

viernes, 27 de noviembre de 2015

Faetón

Hace unos años vi la entrevista que le hacían a un monje de clausura a propósito de un disco de canto gregoriano que acababan de grabar los de su congregación. A pregunta sobre la dureza, o tristeza, de no estar al tanto de las cosas de este mundo contestó el entrevistado que en qué le podía afectar a él enterarse ahora o dentro de treinta años que Mónica Lewinky le había hecho una felación al Presidente Clintón. Porque esa era la cuestión, que, juzgando por los medios de comunicación, parecía que por aquellos días no estaba pasando en el mundo otra cosa que las consecuencias de la dichosa felación. Fíjense, una felación. Un acto que me dejaría cortar lo que quieran si no se lleva a cabo por lo menos mil millones de veces al día. Y sin embargo, ahí estaba todo el mundo con el tema. Sin duda era el clavo con el que se había sacado otro y en eso consistía todo. 

Hace cuatro días estábamos que parecía que nos llegaba ya el agua al cuello con lo de el sainete catalán. Entonces, unos resentidos se pusieron a pegar tiros y explotar bombas en París y, Cataluña, si te he visto no me acuerdo. En París, de donde vienen los niños, ¿cómo no va a tener tirón cualquier cosa que pase allí? Pues no, ha bastado con que los turcos tirasen abajo un avión ruso de juguete para que ya nadie se acuerde de las bombas de París. Porque es que, además, lo del avión ruso no por intenso ha durado dos días porque París vuelve a la carga con una conferencia sobre el medio ambiente esta vez. "Dos grados, punto crítico", es el lema de la citada conferencia. Y como es en París, de donde vienen los niños, seguro que se consigue el acuerdo. Claro, por el camino, como cada dos años, cientos de miles de personas van de aquí para allá en avión a debatir sobre el asunto: echando gasolina al fuego en definitiva. Y todos contentos y satisfechos porque se está haciendo lo apropiado: decir una cosa y hacer la contraria. La historia de la humanidad simplificada en una frase. 

Sin embargo, me parece a mí que esto de la conferencia del medio ambiente se lleva la palma en lo que hace a concertación de voluntades para la exaltación de la imbecilidad. No conozco absolutamente a nadie en el mundo que esté dispuesto a privarse de nada, pero lo que se dice nada, por tal de contribuir con ello a evitar que el mundo se caliente. En esto, como en tantas otra cosas, sí que fue profético Don Juan: ¡Cuán largo me lo fiáis! Entre que esto se acaba y no se acaba, disfrutaremos más del jardín, como le oí decir un día a una señora británica a la que interrogaban sobre el asunto. 

Es todo una aporía. Es decir, sin solución lógica. Lo sabemos desde la Teogonia de Hesiodo. O las Metamorfosis de Ovidio. 
Está todo escrito. Ya hace mucho que Epimeteo abrió la caja de Pandora y que Faetón conduce el Carro del Sol. Lo único que podemos hacer es lo de la señora británica, relajarnos y disfrutar mientras dure. Porque una cosa está clara, a mí nadie me va a privar de las ofertas de Lidl  y menos en un día como hoy, Black Friday, que estoy desperdiciando aquí con tanto vano filosofar. Salgo corriendo para allá.  

miércoles, 25 de noviembre de 2015

¡Tanto trajín!

Cuando era adolescente me pegaron un repaso que me dejó fino para los restos. Fue una represalia política en toda regla que no voy a calificar de injusta porque las cosas se juzgan con las leyes que rigen en el tiempo en el que suceden. Sin duda yo me las salté y alguien, concretamente el profesor de Formación del Espíritu Nacional, vio en ello una oportunidad de oro para ejemplarizar. Porque ya por aquel entonces, mediados los cincuenta, los pequeños hijos de la burguesía empezaban a tomarse a chirigota el régimen franquista y eso, como es natural, tenía que poner muy nerviosos a los que vivían de él. Después, habiendo alcanzado yo alguna notoriedad como revoltoso cuando los estertores del régimen, mi padre me dijo un día que por qué no le mandaba un pequeño mensaje a aquel profesor sañudo. La verdad, nunca le había oído decir a mi padre tamaña majadería. Porque, excepción hecha de las cosas de su salud donde se comportaba en talibán, era una de las personas más sensatas que he conocido. Pensé que a lo mejor no tenía muy buena conciencia al respecto, porque más que defenderme en aquel trágico trance lo que hizo fue dedicarse a echar más leña al fuego como para purificarme de por vida de todas las veleidades graciosillas a las que quizá me veían muy inclinado. 

En fin, el caso es que de aquello salí y, no sé, pero juraría que fortalecido por comparación a los que no pasaron por trances parejos. Los ingleses, según he leído en algún sitio, piensan que es muy bueno para la educación en general que los niños se vean sometidos de vez en cuando a alguna injusticia. Porque injusto, dicen, es el mundo en el que van a vivir y conviene que les pille entrenados. El hecho de haber sentido el dolor de ser arrancado de cuajo de un medio amable para ser trasplantado en otro mucho más duro me dio derecho a experimentar emociones no precisamente blandas ni olvidables. A los quince años, y después de haberse sentido repudiado, no parece fácil construirse un nuevo entorno protector. Sin embargo lo es, o al menos para mi lo fue. Antes de un mes ya tenía un grupo de adeptos con los que hablar de los curras piporros, los compas más pajilleros y esos topics típicos de cualquier corrillo adolescente. La dureza del medio, no me costó mucho darme cuenta, crea vínculos más fuertes so pena de estar más expuesto al castigo. Fuere como fuere, en fin, me permitió observar el mundo desde otro ángulo y, eso, sin duda, ensanchó mi perspectiva, lo que no es poco.

Después, a lo largo de la vida, he pensado muchas veces que aquel episodio me marcó para los restos. El andar de aquí para allá ha sido la pasión de mi vida y creo que lo sigue siendo. Llegar a un sitio, explorarle, dominarle, dejar una colonia, o no, y largarse en pos de nuevas conquistas. Siempre ligero de equipaje y abierto a las sorpresas. Y no es que crea ni mucho menos que haya sido la mejor manera posible de pasar la vida, pero no maldigo mi suerte porque ahora, al menos, se tocar la guitarra... porque si no supiese, ¿de qué me hubiese servido tanto trajín?  

martes, 24 de noviembre de 2015

Autoanálisis

En fin, la cuestión es que cada uno es como es y no hay nada peor que intentar ponerle puertas al propio campo. Bastante tiene uno con las que le ponen los demás. Sin embargo, tampoco quiero decir con esto que haya que ser como el escorpión de la fábula. Ser como se es no es excusa en ningún caso para no tener en cuenta que los demás son como son y no sólo hay que respetarlos sino también saber adaptarse a ellos cuando nobleza obliga. Pero eso sí, procurando siempre no perder la conciencia de la extranjería a la que uno se somete por propia voluntad o conveniencia... se cometen muchos errores en la vida antes de aprender un poco sobre estas cosas. 

Todo muy bonito y muy claro, sí, pero que demonios quiere decir "ser como se es" y "ser fiel a uno mismo". ¿Es que acaso es posible llegar a tener una mínima de idea de lo que somos? Por mucho que nos observemos y nos autoanalicemos, si es que esto quiere decir algo, al final siempre acabamos movidos por impulsos motivados por lo que nos parece que nos puede favorecer. Lo que nos permite tirar hacia delante al precio que sea con tal de que te lo puedas pagar. 

Tirando hacia delante, de derrota en derrota, huyendo siempre del fantasma de la muerte que se sube a la chepa tan pronto lo tienes todo medio controlado. Estabilidad sinónimo de muerte, ese es mi sino. Necesito volver a tirarlo todo por la borda para recuperar la sensación de vida. De que tengo una tarea por delante: la de volver a caer en la misma trampa. Porque ese el drama, estar siempre ansiando lo que se sabe que una vez alcanzado se va a detestar. Seguro que los siquiatras tienen un nombre para ese tipo de personalidad. Paranoia o algo así.

Y no es que me suela sentir perseguido por no se sabe que clase de fuerzas misteriosas, pero sí que he podido identificar dentro de mí un par de anomalías discapacitantes contra las que nunca pude hacer nada por más que lo haya intentado. Una es el miedo escénico: tan pronto me siento observado me paralizo. La otra es el estar de más... no sé, quizá la incapacidad de integración, o la falta de autoestima o lo que sea, que me da igual porque es algo de lo que me curo fácilmente por el simple procedimiento de echarme a un lado. 

Yo, como soy un curioso impenitente, no he parado de preguntarme desde que tengo conciencia de ello por qué demonios me tienen pasar a mí estas cosas. He conocido mucha gente infinitamente menos preparada que yo o mucho más plasta que no le cuesta nada dirigirse a un numeroso auditorio o quedarse en un sitio donde no está pintando nada. Tiene que ser algo, me digo, con la manera en que fuimos tratados cuando eramos niños. Juraría que en mi caso se me sometió a un tercer grado para labrarme un más que sólido sentido del ridículo. Como en tantas familias sinsorga el principal pasatiempo de sus reuniones consistía en contar cosas de los niños que les parecían muy graciosas. Y las repetían una y mil veces sin caer en la cuenta de que si los niños estaban delante lo podían percibir como algo humillante o vejatorio. Los familiares necios no saben hasta que punto son nocivos cuando utilizan a los niños como sustento de sus conversaciones. Más les valiera atarse una rueda de molino al cuello y dedicarse a arrastrarla.

En fin, no sé lo que me habrá impulsado a escribir hoy sobre estas cosas. Quizá tenga que ver con que las circunstancias personales me han obligado a ibuprofenizarme. 

lunes, 23 de noviembre de 2015

Primitivismo

Isidoro tiene una conocida catalana que se llama Montse que por circunstancias de la vida suele acudir a las mismas cenas que él. Lo que Isidoro no soporta es que Montse esté siempre apelando a los sentimientos para justificar la brasa que nunca para de dar con lo de su querididisísima Cataluña. Entonces, qué pasa, que los demás no tenemos sentimientos, se pregunta medio indignado Isidoro. Pues sí, claro, cómo no vamos a tenerlos, lo que pasa es que como hemos alcanzado un cierto grado de civilización hemos aprendido a metérnoslos por donde nos quepan y hacer como que no les tenemos. Así, por ejemplo, podemos estar con un francés, un inglés e, incluso con un bosquimano, sin necesidad de darle la lata con las cosas de nuestro lugar de nacimiento. O de nuestros hijos. O de nuestros nietos. 

El asunto de la exhibición de los sentimientos, lo confieso, siempre me ha olido a cuerno quemado. Nunca se me olvidará que una vez que iba de camino, al llegar a Casares de Las Hurdes lo primero con lo que me topé fue con una mujer mayor vestida de negro y dando gritos a la puerta del ayuntamiento. Luego me enteré de que era a causa de que se le había muerto una hija cuarentona. Sin duda el primitivismo de aquella mujer le obligaba a dar a entender a sus vecinos que tenía el corazón destrozado. Sin embargo, lo más probable es que estuviese consternada por haber perdido una fuente de seguridad y punto. Y es que, excepción hecha de los padres hacia los hijos cuando son pequeños, que es una cosa puramente biológica, lo de "te quiero más que a mi vida", que decía la canción, a mi modesto juicio no es otra cosa que un "ponte bien y estate quieto" que te voy a destrozar la yugular... que es, ni más ni menos, lo que hacen tantos catalanes con Cataluña que es que la tienen hecha unos zorros de tanto chuparle la sangre. 

Sentimientos, como dice Isi, los tenemos todos, pero cuando nos civilizamos, pienso, los pasamos por el cedazo de la razón para convertirlos en afinidades electivas. La amistad, por ejemplo, sentimiento noble donde les hubiere, qué sentido tiene, como sostenía Pla, si no sirve para enriquecerse mutuamente. Y el que no quiera reconocer eso es un perfecto sandio. O un prisionero de los clanes condenado a la miseria espiritual de por vida.

En fin, las cosas de Apolo y Dionisos que esquematizaban los clásicos. Si Dionisos se apodera del cotarro, entonces, las mujeres se echan a bailar desnudas por el monte y las estanterías de los supermercados se vacían. Afortunadamente estamos muy lejos de eso, incluso en Cataluña. Y no es que crea yo que haya que meter a Dionisos en el truyo como hizo Penteo con tan malos resultados, no, creo que bastará con confinarle en las discotecas los sábados por la noche. Del resto ya se encargará Apolo. 

Y Montse a estas alturas, con la que le está cayendo encima, seguro que ya está medio curada. O medio civilizada, para que mejor nos entendamos. 

domingo, 22 de noviembre de 2015

Cuesta de creer

Como todos años por estas fechas, los fachas sacan a pasear el fantasma de Franco. Y cuando digo fachas hablo de fachas genuinos, o sea, de los que se creen que son exactamente lo contrario. Pues bien, el otro día una periodista de la cadena global, antigua independiente de la mañana, es decir, de las que se creen que representan exactamente lo contrario de lo que representan, sacó a relucir el mentado fantasma para amedrentar a Bertín Osborne que, otra cosa no, pero es alguien que sabe de sobra quien es y lo que representa que para eso recibió una educación británica con descojone del fantasma de Canterville incluida. Resultado, la no facha, facha, salió  trasquilada, aunque, como es catalana de pura cepa, no creo que eso le vaya a servir para disuadirla de futuros meterse en camisas de once varas. Pues anda que no son tozudos ni nada los de pura cepa, sean de donde sean. 

Por otro lado leo que en un colegio, también catalán, ¡cómo no!, han sacado a airear el fantasma. Un chaval, o chavala, ha dicho que cuesta "de creer" que haya habido algo tan horrible. Se notaba a la legua que el común del alumnado había recibido una información histórica al respecto la mar de imparcial y desapasionada. Prácticamente todos coincidían en tener o haber tenido abuelos republicanos, exiliados, represaliados, ect., y eso que el colegio de marras es uno donde van niños de lo que se podría llamar burguesía catalana, ahí es nada. Bueno, por lo visto, en medio de la exaltada comunión de los de linaje decente, un apestado dijo que su abuelo había sido un militar franquista... y se hizo el silencio. 

Creo recordar que el gran Torrente Ballester solía decir cuando asistía a exaltadas tertulias sobre el fantasma que se necesitará que pasen por lo menos cien años antes de que se recupere un poco de cordura sobre lo que significó ese episodio de la historia de España. Y no por nada, y esto lo digo yo, sino porque cuando das con un caramelo para dulcificar la vida a la chusma a nadie con dos dedos de frente se le ocurriría sacárselo de la boca. Mientras siga  extrayéndole sabor será fácilmente controlable. El caso es que no pierda la ilusión de que todavía se puede ganar aquella guerra. 

Cien años de los que ya van ochenta. Es natural que algunos empiecen ya a impacientarse. Al estilo de lo que le pasó el otro día a Bertín. Y es que hay que ser un santo para resistir impertérrito a tanta estulticia. Franco fue lo que fue, un tirano al estilo de la época que se las apañó para poner a España en la senda de la modernidad. Lo que hubiese sido si hubiesen ganado los otros sólo lo podemos conjeturar, o sea, palabras que se lleva el viento. Lo que si podemos saber a ciencia cierta es que en esos años de dictadura fue la época histórica en el que por fin se controló el agua en España y, como consecuencia, más españoles pasaron de la más absoluta pobreza a una vida medianamente pasable. Luego, las represiones y todo eso, las propias de un régimen autoritario que nada que ver con las de un sistema fascista. Franco sólo machacaba a los que tenían capacidad para poner desorden en el sistema productivo. Los que se decían comunistas, por ejemplo. Pero no se gastaba un duro en armar al ejercito o mantener escuadrones de vigilancia de la "conducta moral" de la ciudadanía. El Movimiento, como el mismo explicaba, era la clap que le aplaudía allí por donde pasaba. Al final, ya, no necesitaba ni de esa clap porque la mayoría de los españoles le aplaudían de buen grado. Y el que niegue eso es un wishfull thinking, o sea, un perfecto idiota. 

Por lo demás, si les gusta la historia con su eterno retorno, cojan, agarren y váyanse a la historia de Atenas en los tiempos de Solón. Todo muy bonito con la Constitución que redactó, pero la vida real era un desmadre y tuvo que venir el tirano Pisistrato a poner orden y dejarlo todo niquelado para hacer posible la llegada de Pericles. ¿Les suena? Cuesta de creer que la historia se repita tantas veces con tanta fidelidad. 

viernes, 20 de noviembre de 2015

Realidad metafórica

Barcelona huele a mierda y no, precisamente, en sentido metafórico, que también. Y no es una radicalización del característico olor a alcantarilla que por épocas veraniegas suele perfumar los barrios antiguos de la ciudad. No, esta vez se trata de verdadero olor a mierda, como si las personas que tienes alrededor se hubiesen cagado encima. Que también puede ser, aunque esta vez, sí, sólo en sentido metafórico. 

Cuando tuve la genial idea de irme a vivir a un pueblo de la Segarra, en plena Serralada Central, a unos cien kilómetros de Barcelona, no sabía lo que se me venía encima. Aquella naturaleza era de una belleza epoustuflante. La casa estaba en la ladera de un cerro sobre el que sobrevivía una aldea medieval de media docena de vecinos. A lo lejos todo eran bosques desde los que, por las noches de verano, llegaban los inconfundibles trinos del ruiseñor. Era todo idílico a reventar salvo por las granjas de gallinas ponedoras que había a unos cien metros a poniente del pueblo. Como buen aficionado a la bicicleta, siempre lo digo, lo primero que hay que hacer antes de tomar una decisión sobre a donde vas a ir es tener en cuenta en qué dirección va a soplar el viento. Pues bien, en aquella aldea predominaban los de poniente, o sea, que antes de llegarnos se habían impregnado de los efluvios que emanaban de las granjas. Pura poesía. 

Pero lo de las granjas no era nada por comparación a lo que me sobrevino un buen día de principios de otoño. De pronto vi aparecer un tractor arrastrando una cuba que, de inmediato, se puso a lanzar un chorro negruzco sobre las pequeñas parcelas cultivables que rodeaban la aldea. Fue visto y no visto: el hedor que empezó a inundarlo todo era tan desagradable que casi impedía respirar. Cerrar todo a cal y canto de nada servía. Traspasaba las paredes. La única solución, agarrar el coche y largarse para Barcelona. Luego me di cuenta que era práctica común cada sí y cada no y que no se hacía por fertilizar los campos sino para deshacerse de los millones de toneladas de purines que generaban los millones de marranos que los catalanes criaban para abastecer la industria cárnica alemana y holandesa. Lo que se dice una economía desarrollada a golpe de I+D. Y de allí al Pirineo no quedaba una sola fuente de agua potable. 

El caso es que andaba tan desesperado con mi flamante equivocación que busque alivio a mis penas tirando de papel y pluma. Le escribí al director de La Vanguardia una sentida apología de la mierda y, curiosamente, la publicó. Le decía que, si Jesucristo hubiese largado el Sermón de la Montaña por los parajes de la Serralada Central, la primera bienaventuranza hubiera sido para los que padecen anosmia porque ellos podrían recrearse en la belleza de aquellos parajes sin par. En fin, las típicas chorradas del que en vez de actuar -hacer las maletas- se dedica a esparcir la pestilencia. Anyway, una cosa les aconsejo, al campo de Cataluña, lo más, lo más, de paso y a toda leche. So pena, ya digo, de que padezcan anosmia, que entonces sí que puede ser recomendable. 

En resumidas cuentas, que en estos días que corren sin nada de lo que vanagloriarse, en Cataluña me refiero, la peste del campo ha roto las murallas e invadido la ciudad. Como si hubiesen ganado los carlistas. Y el común de las gentes anda perpleja porque ya no distingue si es metáfora o realidad. Así, el editorial de La Vanguardia se dedica hoy a advertir a los catalans y catalanes sobre la desesperada huida de empresas hacia otros puntos de la geografía. Y no por nada sino porque una empresa no puede sobrevivir donde el olor es pestilente... que ya hay quien dice que es a causa de la descomposición del proces. A saber, porque las autoridades, por el momento, no han sido capaces de identificar las causas, así que, todo conjeturas que es más literario. 

jueves, 19 de noviembre de 2015

Un periodista en París

Los medios de comunicación de todo el mundo andan de vacaciones. Sus empleados estrella han cogido el avión y se han largado a París a beber moet chandon y bailar sones de Gershwin. Americanos todos a la postre. Como no podía ser de otra manera, porque ¿a ver quién va a ser el tonto que no quiera ser americano?  

Antaño era lo mismo cuando se moría un Papa. Los periodistas, entonces, se tiraban un mes sin pegar sello. Entre el que se había ido y el que estaba por venir tenían saldo de chascarrillos y conjeturas para emborronar toneladas de papel sin tener que despeinarse. Porque, vamos a ver, ¿a quién le puede importar un comino, salvo a los que están en el escalafón de la Iglesia, que haya un Papa u otro? Un Papa más abierto, más conservador, más intelectual, más lo que quieran, nunca dejará de ser un muerto viviente que preside una institución fantasma. Lo que pasa es que ya sabemos el tirón que tienen las historias de fantasmas como espoleadoras de la industria turística. La Capilla Sixtina, ¡uy, por Dios!, entras allí y al rato ya te tienes que cambiar la ropa interior de abajo. 

Es todo como de risa. Ahora nos quieren convencer de que andemos con sumo cuidado porque tenemos al enemigo metido en casa. ¿Y cuando no le tuvimos? Y más que en casa, diría yo, dentro de nosotros mismos. Y lo que es más, no conseguiremos expulsarle hasta que la escasez nos obligue a estar todo el día currando para poder sobrevivir. 

En fin, voy a ver si me distraigo un poco intentando recuperar una bourrée de Bach que tengo medio olvidada. 

miércoles, 18 de noviembre de 2015

Justicia poética

Anoche la casualidad quiso que volviese a ver "El Gran Torino". No sé para ustedes, pero para mí es una película terapéutica porque sin necesidad de herirme me renueva la conciencia de lo mierda que he sido a todo lo largo de la vida. Y pocas cosas, pienso, son más necesarias que eso para saber andar por el mundo sin dar demasiado la nota, cosa que no sé si consigo, pero que desde luego intento con todo lo que mis fuerzas, o mi coco, dan de sí. 

Cada cual es muy libre de tener sus propios poetas de cabecera. Y al que no tenga alguno, de verdad que le compadezco, porque juraría que se está perdiendo las emociones más puras y el aprendizaje más profundo. Personalmente, dejando aparte a clásicos como Fray Luis y así, me decanto por Clint Eastwood y el equipo de guionistas de la serie televisiva "Northem Exposure". Lo siento, García Lorca no me dice un carajo, ni tampoco los malditos que juntan letras para que sólo las entiendan los entendidos... o sea, nadie, no nos engañemos... aunque, quizá, podría ser, los sociatas que acuden a las veladas de Velintonia, 3...

El sentido de la vida. Encontrar un sucedáneo válido a lo que no existe. Unos valores, los de siempre, la virtud socrática para que nos entendamos, pero sobre todo la consecuencia con ella. Y es precisamente en el estilo de esa consecuencia donde podemos hallar poesía. Cuestión de elegancia, supongo. Y de valentía. Aunque elegancia y valentía juntas suena pleonasmo. 

En fin, anyway, uno arrastra a duras penas un cierto sentimiento de autodesprecio por las muchas veces que no supe estar a la altura de las circunstancias. Por egoísmo, por pereza, por cobardía. Da igual por lo que fuese, porque lo que cuenta ahora es que de vez en cuando venga alguien con su justicia poética a avivar ese recuerdo que pugna por extinguirse para que así no te conviertas en un perfecto idiota. 

Que eso es un idiota, uno que, entre otras cosas, olvida lo que ha sido.